A poco de fundada Buenos Aires por don Juan de Garay, los colonos
españoles se adentraron en territorio bonaerense y en plena pampa, en un paraje
conocido años después como Cañada de Juan Ruiz, comenzaron a labrar los campos
y a cosechar trigo.
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Esos colonos levantaron rudimentarios oratorios y en torno
a ellos construyeron sus ranchos que, con el paso de los años, dieron origen a
la localidad de Morón, en la provincia de Buenos Aires.
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En esas tierras contiguas al arroyo Morón fue
creciendo la población, convirtiéndose en parada obligatoria de quienes se
aventuraban en viaje a Chile, el Tucumán y Perú.
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Allí, en 1637, construida por Don
Francisco de Merlo se establece una ermita, puesta bajo la advocación de Nuestra Señora
de la Pura y Limpia Concepción, concurriendo a orar pobladores y viajeros, alzada
a la vera del «...camino ‘real y preciso’ que
conducía a los territorios de Chile y del Perú, atravesando la pampa, [y que] tenía en Morón la
primera posta».
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Tropas de carretas y jinetes en viaje a las inmensidades del desierto pasaban
frente a la humilde ermita que, andando el tiempo, se transformó en capilla.
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Y
allí se detenían habitualmente a orar frente a la imagen de la Virgen, pidiendo
su protección o agradeciendo las bondades del viaje, dado que los meses que los
caminos demandaban podían ser sorprendidos por indios y bandidos.
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Desde
entonces, el decir popular mencionó a la Virgen como “Nuestra Señora del Buen
Viaje”. Hoy, la catedral de Morón y la calle donde se sitúa frente a la plaza,
llevan el nombre de Nuestra Señora del Buen Viaje.
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