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Memorias de medio siglo.
Nos cuenta Norberto Zeimerddin
Entrevistado por El recopilador en 2007.
Entrevistado por El recopilador en 2007.
Mi ciudadela de niño era
linda. Así la recuerdo de cuando yo comencé a tener noción de lo que era.
Porque cuando uno es chico no sabe nada hasta que empieza ir al colegio, a
compartir con otros chicos ya fuera de la casa, en la escuela, en la calle.
Nuestros juegos incluían la bolita, la figurita, la pelota, cosas que hoy no se
están viviendo. Las nuevas generaciones traen cambios, pero mi época era la del
respeto, la de compartir con los vecinos los fines de año; Los chicos que
jugábamos en la vereda y no habían peligros.
Fui a la escuela 31, la
Mariano Moreno, en Av. San Martín casi Venezuela, y la Av. Díaz Vélez todavía
no estaba asfaltada. A su paralela, Alianza, le faltaba pavimentar una cuadra,
y por Amoretti, pasaba el mateo y que tenía su parada en el Almacén Sol de
Mayo, a la vuelta, en Díaz Vélez y Vacca, que entonces se llamaba Piedras.
Lugar que estaba en la vereda de enfrente y que pertenece a La Matanza. En esa
época en Ciudadela pertenecíamos al partido de San Martín.
También por esa época, años
de 1940, comenzó a pasar por acá el colectivo 10 que iba a Lomas del Mirador y
a San Justo. Un colectivo heroico, porque la mayoría de las calles eran todavía
de tierra, y que a los bordes estaban las zanjas y los zanjones, y los días de
lluvia igual tenían que pasar como podían y patinaban y se encajaban y alguno
que otro terminaba en alguna zanja.
Me acuerdo que aquellos
colectivos, atrás llevaban una rueda de auxilio, y como al llegar a Díaz Vélez
las calles a partir de allí eran de tierra, como iban despacio, los chicos nos
colábamos de esa rueda, y me acuerdo que, cuando tomaba la calle Roca, allí estaba la Estafeta de Correo de
Villa Rebasa y Don Félix Bourillón, el
estafetero, nos corría con un palo para que nos bajásemos. Aquellos colectivos
que venían por Amoretti salían desde la General Paz y Rivadavia y fueron los
puntales de los que en el presente seguimos utilizando.
Pero hay algo más de
aquellos heroicos colectivos… los mismos tenían que cruzar la Díaz Vélez y por
ella venían los arreos de vacas, que traían desde Palomar y desde Lourdes
camino a Mataderos, y eran arreos de varios cientos de animales cada día,
miles, todos los días y en épocas de lluvia eso era ya un pantano impresionante
por donde también los colectivos tenían que pasar. Recién llegando 1951 pudo
terminarse aquello, al pavimentarse Díaz Vélez y prohibiéndose los arreos por
ella. Pero por aquí no solo se veían arreos de vacas, también recuerdo haber
visto arreos de pavos por las calles, para vender a las señoras en la puerta de
su casa.
Entonces las casas por aquí no eran muchas.
En la manzana de mi casa, era la mía, compartida con otras pocas y varios
terrenos aún baldíos.
Por Alianza, sobre la vereda de en frente había
una quinta. Muchas casas se presentaban cercadas con alambre o ligustrina.
Casas con galerías con enrejados de madera, y su cerradura era tan solo un
piolín del cual se tiraba, se abría y se entraba. Esa era toda la “seguridad”
que entonces se necesitaba!
También sobre la calle Cuevas teníamos
otra quinta importante, conocida como de
Don Pío; ella enfrentaba la
primitiva Escuela 21, sobre Díaz
Vélez y Vacca, y tenía una noria para sacar agua, y que más tarde fue
reemplazada por un motor naftero.
Abarcaba las manzanas cercadas por Cuevas, Díaz Vélez, Perín y llegaba
hasta Independencia, que eso lo conocí. Pero antes, me decían, habría llegado
hasta Alianza.
De antes que yo naciese, creo que por 1935,
fue que se estableció la iglesia Nuestra Señora de Lourdes, acá en Pereyra
entre Independencia y Estero Bellaco. Y recuerdo al padre Jorge, que fue uno de
los de más
grande empuje que dio
crecimiento a la iglesia. Luchó mucho, unió mucho a la gente. A los pibes nos
educó bastante, fue un tipazo. Y se hacía respetar, que a veces, en algunas
kermeses que hacía para reunir fondos, solían llegarse algunos bravucones y el
padre les hacía frente, y decía que debajo de la sotana tenía pantalones, -más
de una vez- y así ponía las cosas en su lugar, porque siempre había alguno que
se bandeaba.
Y no recuerdo por mi niñez, que en el
barrio hubiese mal ambiente; Sí, supe por mi padre que en una época aquí cerca,
en el pasaje Badaracco -que era una cuadra
nomás- me contaba estaba “el zanjón” donde cada
dos por tres
aparecía alguno adentro.
Pero después ha ido mejorando todo. Y como
vecinos, yo tengo que recordar lo mejor. Porque los muchachos que eran mayores
que yo ya no están, y mejor recordar de aquello las cosas lindas. Ellos sabían
compartir, no fueron muchachos egoístas, y de la barra mía también...
Y como en todo barrio también aquí teníamos nuestros personajes, y
recuerdo como ejemplo a Don Martín Castro, que fue un gran payador, verdadero
personaje de toda una época, vivía aquí por la calle Muñoz. Su figura imponía
respeto. Me parece que lo estuviera viendo, cuando a veces venía al negocio de
papá a comprar, con su sombrero, su traje rayado. Este hombre falleció a
principios de los años ’70.----------
De la memoria de: Norberto
Zeimerddin
“Almacén
Los Pinos”, Amoretti y Alianza, -Ciudadela Sur-
Año
2007.
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